martes, 23 de febrero de 2016

poema 353

CCCLIII





El sermón de la montaña


Cuando ores se discreto, que tu Padre te escuche,
Se haga su voluntad y al perdonar no dudes;
No demudes tu cara, para parecer a otros
Que ayunaste sincero, porque Él lo sabe todo;

No te angustie el comer, ni la sed ni el vestido,
Todo te será dado: oro, plata y armiño;
No debes de juzgar y por tu casa empieza
A limpiar tus errores, con actitud discreta;

Pide y se te dará, busca y lo encontrarás
Y se abrirá si llamas la senda y la verdad;
La senda es muy estrecha, ancha es la perdición,
Pocos son los llamados al templo del amor;

No me digas Señor, ayuda a tus hermanos
Edifica tu casa sin temor a los hados;
Estas son mis palabras,  este será el final
Las palabras de un sabio: por siempre vivirán;

Así hablaba el maestro en aquella montaña,
Y todos lo admiraban por palabras tan sabias;
Hoy si tú has leído, lo quieres practicar,
Sólo hay un mandamiento: el amor fraternal… 


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