lunes, 22 de febrero de 2016

poema 350




CCCL



Sólo tú, divina esencia



Llegué a un oscuro lugar lúgubre como una tumba,
Una calavera, sal y una escalofriante luna;
Leí en viejo testamento: -Di tu última voluntad,
Son tus últimos momentos, ¿Qué nos pretendes legar?

Otra vez me quedé ciego, yo abandoné aquel cuarto;
Traté de estar muy sereno a pesar de los maltratos;
Estuve, entre larga espera, sometido como estatua,
Con una austera apariencia sin nada de pan o de agua;

Aquel que me sujetaba me introdujo en mar de bronce;
Cual si quitara de mi alma, del pasado, los rencores;
Escuché ruidos y voces: era un viento amenazante,
Esquivaba algunos golpes y fuegos fatuos constantes;

Ya después fui conducido a llamar a alguna puerta,
Siempre mudo en el camino, mudo y ciego, pero alerta;
Me sentí como jamás, cuestionado, condenado,
Después me hicieron tomar poco dulce y mucho amargo;

No recuerdo si juré, sólo sé que de repente
Mis ojos vuelven a ver: todo mi ser se conmueve;
Una deslumbrante luz, hirió enrojecidos ojos,
Distinguí en el cielo azul tu Divina Esencia sólo…


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