domingo, 24 de julio de 2016

poema 1168

MCLXVIII


Mi mujer

Celestial su mirada, un espacio infinito
Donde vuelo sin límites de placer todo ahíto;
Un océano de calma donde en paz puedo amar,
Donde encuentro la causa de la dicha suprema,

La razón de entregarme, con pasión tan extrema,
A la diosa que hoy reina en recóndito altar.
Es cascada de oro, su diadema de diosa,
Cabellera, corona, aura rama frondosa,

Que engalana con lujo de presencia ideal,
A princesa escondida en mujer tan sencilla,
Tan modesta y tranquila, cual modesta avecilla
En un sauce inclinado a vivaz manantial. 

Dulces labios que emanan la dulzura divina,
Como fuente sellada de pasión cristalina,
Manantial de rubíes de jovial corazón;
Mentolado respiro, sutileza y frescura,

De ambrosía celeste: la bebida más pura,
Que me llena de vida, de locura y pasión.
Bellas manos de seda de gentil sutileza,
Con caricias perennes, juventud y belleza;

Blancas manos de artista: expresión de fervor
Que con dedos serenos van llenando mi vida
De ternura y de fuego, una piel encendida
Con mil surcos sembrados con semillas de amor.

Todo tiene mi amada, es mujer tan perfecta,
Juguetona y sencilla, con mesura correcta,
Que ilumina mi vida con su felicidad;
Es hermosa, es humilde, muy prudente y hermosa

Optimista y jovial, no es mujer sino diosa:
Ese sueño imposible... hecho realidad.

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