sábado, 16 de julio de 2016

poema 1127

MCXXVII




El sol de oriente


Cuando analizo mi vida, cual un cangrejo enterrado,
Comparando los efectos con lo que había sembrado,
Me doy cuenta que, sin dudas, cuanto hoy ya se he alcanzado
Es producto del esfuerzo por dar forma a lo soñado; 

Sí, es la causa principal, el vencer nuestros temores,
El no ponernos fronteras ni consentir los errores,
Sino subir la montaña para ser siempre mejores:
Tocar, pedir y buscar, y desdeñar los honores;

Oír la voz interior que nos señala el camino,
Esa famosa conciencia que va forjando el destino;
La palabra del maestro, dulce canto, sacro vino,
Esplendorosa intuición que nos dirige con tino;

Sí, cuando Ida y Pingala, el Yin-Yang armonizado
Se entrelazan en Sushumna o en el Tao enamorado
No se es un hombre cualquiera sino un ser iluminado,
Ese Cristo en el desierto que sobre el mal ha triunfado;

Debes respetar la piedra, pulida o noble guijarro,
No ser un hombre engreído, preferir yunque, no marro;
Ser humildes cual palomas, gota de Agua Viva en jarro,
Pero astutos cual serpientes: darle brillo al simple barro;

Sí, hermanos, ese secreto, esa senda escondida,
Es bruñir la sucia plata con áurea luz encendida;
Es  transmutar duro plomo con la palabra perdida:
Ese Amor Universal que en nuestro pecho se anida… 

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