miércoles, 29 de junio de 2016

poema 1043

MXLIII






María Magdalena

Ella es como una diosa que se volvió mujer,
Es Árbol de la Vida, es fuente de placer;
Es semilla escondida, esa fuerza de dar,
Es la rama dorada, es de acacia la flor,
Es dueña de mi vida, es dueña de mi amor
Es la fuerza que anida: toda razón de amar;

Ella es cual flor caída, digna de criticar,
Una hez yerta sin vida que debemos pisar;
Pero en esencia es oro, un valioso tesoro,
Que sólo sabe amar y dar toda su vida
A cambio de caricias, de comprender que anida
Un alma que desea un amor con decoro;
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Pero nadie la entiende, la juzgan con rencor
No conocen su vida, no entienden tanto amor,
La juzgan y pretenden tan sólo apedrear
Porque ellos no comprenden, que vive en su interior,
La fuerza que no muere, la fuerza superior
Fuerza que ellas desdeñan: la facultad de amar;

Se llama Magdalena, una flor deshojada
Es una pecadora, una mujer marcada
Como hija de Caín, que acepta sus errores
 , y que nunca se agacha para esconder sus males
Acepta que ha pecado, cayó entre los eriales,
Donde nadie cultiva ni crecen los amores;

Es ella la mujer que activó mi sentir,
Y que aun la critiqué cuando la vi vivir
Entre tantos abrojos que yo no comprendía
Que lo hacía por seguir en oscura vereda
Y de la cual salió, aunque la huella queda,
Y luego trasmutó con jovial alegría;

Y tanto yo la entiendo porque así yo crecí:
Trascendiendo barreras y aunque siempre caí
La vida me ha otorgado merecido perdón,
Y hoy mucho he recibido sin más merecimiento
Que el haber procurado el mejor fundamento:
Logré, al fin, liberar mi débil corazón…

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