MMCCCXCIV
De la dicha a la tristeza
Esta tarde en la distancia,
Al contemplar tanta gente
Me sorprendí de repente
Al respirar tu fragancia;
Luego miré tu prestancia,
Tan lejana, tan ausente;
que tu desdén, llama ardiente,
Esfumó tanta elegancia;
Y no me diste siquiera,
Aquella bella sonrisa;
Como si nada existiera,
Te marchaste muy de prisa;
Tal vez, un poco altanera,
Tornaste mi amor, ceniza...
No me diste siquiera esa bella sonrisa; como si nada existiera, te marchaste de prisa; un poco altanera, tornaste mi amor, ceniza.
ResponderEliminarTodos mutuamente, sin piedad ni compasión, de manera inconsciente destruyen su corazón, matando impunemente por ignorante ambición...
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